Allá por los años ochenta, andaba don Ricardo dándose una vuelta con su 'burra' recién estrenada. Ni qué decir tiene que era el señorito del pueblo, siempre presumiendo de dinero...
Como lo que a él le gustaba era "fardar" delante de todo el mundo, se acercó a la plaza del pueblo y aparcó la moto bien enfrente de la terraza del único bar que había, para que todos pudieran contemplar su montura, la primera de ese tipo por aquellos lares.
Al cabo de una hora y tres vermuts, cuando pensó que ya había "fardado" lo suficiente, se dirigió hacia la 'burra' y se dispuso a arrancarla... ¡A PEDAL, CLARO!
Pero mira tú por dónde que la dichosa moto se negaba a ponerse en marcha, justo delante de todos los feligreses. Y don Ricardo dale que te pego, venga a soltar patadas... y nada.
En esas estaba, cuando Ceferino, uno de los aldeanos que estaba en el bar, se acerca y le pregunta:
Don Ricardo, ¿tiene usted que ir muy lejos...?
El hombre, fuera de sí y agotado por el esfuerzo, le recrimina:
¿Y a ti, qué coño te importa dónde voy?
Y Ceferino le responde:
Es que como veo que le está dando tanta cuerda